Estamos
condenados a no ser nada,
a
existir sin vivir,
a
vivir sin sentir.
A
sentir sin tenernos,
a
tenernos sin apenas saberlo.
Después
de tanto tiempo
sigo
sin entender qué coño pasó con esa historia
a
la que me da miedo llamar “nuestra”
porque
realmente no existió,
aunque
mi corazón se encargue día a día
de
hacerme creer que así fue.
Deja
de aparecer en cada canción
en
cada sueño, En cada pareja,
en
cada instante de tristeza.
Deja
que siga adelante,
que
complete mi vida,
que
consiga olvidarme de tus ojos
de
tu olor, de tu sonrisa.
Aun
no entiendo por qué me fijé en ti
qué
vi en ese chico tímido
que
necesitaba que le recordasen cada minuto
lo
importante que era en el mundo,
lo
importante que era en mi vida.
Y
quizás eso sea lo que echo de menos,
tus
debilidades y mi afición a desvanecerlas.
Una
habitación vacía,
una
cama vacía,
un
corazón vacío,
son
las consecuencias de este amor
inalcanzable,
incoherente,
y
a la vez desgastado.
Me
tumbo en la cama,
que
podría haber sido nuestra.
Me
agarro a la almohada,
que
podría haber sentido nuestro calor.
Cierro
mis ojos,
que
siempre serán tuyos.
Sueño,
que
(des)apareces,
por
fin.
No hay comentarios:
Publicar un comentario